Opinión | Desde el siglo XX

Felipe VI da alas a Vox y abre banderín de enganche republicano

Dice el PP que no puede tapar la boca a Vox, pero sí está a su alcance dejar de ser su socio, no hacerle el caldo gordo asumiendo las banderas de la extrema derecha en asuntos tan sensibles como la lengua o la memoria histórica

Felipe VI saludando al  alcalde de Palma.

Felipe VI saludando al alcalde de Palma. / Cort

La inconcebible majadería del rey Felipe VI al concederle el título de real a la mamarrachada que es la Academia de la Lengua Balear (me niego en redondo a escribirlo en la demencial grafía que utilizan sus promotores), o es producto de ignorancia que excede cualquier límite conocido o es la consecuencia de que ya no hay quien embride las derivas ideológicas del Borbón que ocupa la jefatura del Estado. Tengo para mí que esa es la alternativa más probable, la que empezó a explicitarse con el discurso que endilgó sobre Cataluña en 2017, enajenándose para los restos a buena parte, si no la mayoría, de su ciudadanía. Ahora le propina sonora bofetada a la mallorquina. Con contumacia: no rectifica, incide en el despropósito, se carcajea asegurando que cuenta con ignotos informes que avalan la decisión de hacer de la Academia ariete de la extrema derecha. Cómo será el dislate que hasta el Gobierno de la señora Prohens, que no para de meter la pata en cuanto tiene ocasión para ello, se ha puesto de perfil dejando a Felipe VI que se las componga. No hay arreglo: el marido de Letizia, que parece que ya no puede con él, ha abierto un banderín de enganche republicano, que se presume solicitado.

El domingo, más de 10 mil personas anunciaron lo que se le viene encima al PP de la presidenta Prohens de no apresurarse en desmarcarse de sus fraternales socios de Vox. El vicepresidente Antoni Costa, que vaya a saberse las razones por las que sigue en el cargo, afirmó que no puede tapar la boca a sus colegas de la extrema derecha. Cierto. Tampoco debe: la libertad de expresión los ampara, como a los demás, o al menos debiera con permiso de determinados jueces; sí está a su alcance romper con ellos, dejar de comprarles su peligrosa mercancía. No lo hará el PP por múltiples razones, entre otras porque no están en condiciones para ello: la señora Prohens los necesita para concluir la legislatura. A otro metepatas, en ese caso el portavoz del PP, Sebastià Sagreras, connotado socio numerario del convoluto de Campos, le da por decir que no les encontrarán en la confrontación lingüística. Falso. Por supuesto que no los hallarán, ya han tenido el encontronazo con ellos. El tantas veces invocado fantasmón de José Ramón Bauzá ha hecho acto de presencia. Ha dejado de ser el ectoplasma contra el que se conjuró la señora Prohens, que, insistamos, no da una a derechas, y mira que lo es sobradamente. La lengua se le ha atragantado. La memoria democrática está en curso. Si el PSOE recupera el pulso, lo que no se atisba por parte alguna, y la beatífica congregación de Més (antes PSM) deja de dar palos de ciego, también enrevesado por las querencias erráticas del reverendo Apesteguía, tal vez, solo tal vez, la izquierda recupere opciones. El PP le da chance. Hay que saber aprovecharla.

Nos queda Vox, que satisfecho anda con el regalazo ofrecido por Su Majestad el Rey Felipe VI; le corresponde, si desea medrar olvidándose de sus mutuos navajazos, prescindiendo de los disolventes que anidan en su seno (Idoia Ribas, sin ir más lejos), apretar hasta donde sea necesario a su socia Prohens, que va a escabullirse todo lo que pueda dejando en nada lo de la elección de lengua y demás proclamas que son sustento electoral de la extrema derecha. No hay que darle vueltas: o es Vox quien crece a costa del PP o es éste quien liquida a Vox. No se va a mantener mucho tiempo el presente estado de cosas. Lo sabe Feijóo. No lo ignora Abascal. Les une el compartido odio africano que profesan a Pedro Sánchez. En Cataluña, el domingo, el resultado de ambos correrá parejo. Se van a dar muchos palos. En Mallorca lo veremos sobradamente. Apasionante.

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